“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”
S.Juan 15:5 RVR1960
Muchos buscan la realización y felicidad en placeres pasajeros, todos buscan mejores resultados al menor precio.
Jesús reveló un principio poderos. Toda la realización, felicidad y éxito garantizado (frutos), es alcanzable y será una realidad, siempre y cuando estemos dispuestos a pagar el precio, que es “permanecer conectados a la fuente de vida”.
Hoy el dispositivo electrónico más sofisticado y caro, sin una fuente de energía, no sirve para nada.
En su tiempo Jesús comparó la vida cristiana con algo que ellos conocían a la perfección y estaban muy relacionados, (la agricultura) las viñas eran muy comunes en ese tiempo, tanto para el consumo o comercio.
Una rama separada del tronco se seca, así de simple. Igual pasa con la vida del ser humano. Separados de Dios, estamos perdidos y comenzamos a morir. Mueren los sueños, muere la seguridad emocional, muere la esperanza. Vienen las enfermedades y las deudas, y todo va de mal en peor.
Sin Jesús nada podemos hacer.
Él es quién nos hizo, él es quien conoce todo, conoce el final de la historia. Y solo hay dos finales, el final feliz y el triste. Con esperanza y sin esperanza, está en nuestras manos, elegir.
Aún así, nuestras decisiones son tan erradas, que necesitamos colocarnos en manos de alguien que pueda darnos el valor, la fuerza y sabiduría para tomar una buena decisión.
Sin Dios somos como una hoja seca. Que el viento lleva y finalmente se destruye.
Pero Jesús es la fuente de vida, la fuente de sabiduría a nuestra disposición.
No hay otra cosa que hacer.
Lonque nos aleja de nuestro creador es el orgullo.
El orgullo provoca la autodestrucción del ser humano.
Cuando las personas piensan que todo lo pueden hacer, y que no necesitan ayuda de nadie, entonces hay tanto orgullo en sus corazones, y este no permite que Dios se encargue de ayudar en sus vidas.
Jesús pago con un alto precio (su vida) la salvación para toda humanidad.
Hoy y cada día, es mi deseo, mi querer y mi acción, poner esta vida prestada, que no me pertenece, en manos de Dios. Estoy en una gran deuda con Dios. Aunque Cristo ya pagó con su sangre, quiero hacer lo mejor en gratitud y amor por aquél que dio su vida por mi.
Él es el dueño y soberano, sobre mis pensamientos, desiciones y acciones.
Te invito a que hagas lo mismo. Que Dios te bendiga.
Pr. Gerson Vega
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